Las palabras matan
La masacre de El Paso fue llevada a cabo por un supremacista blanco, que minutos antes del ataque publicó en sus redes sociales un manifiesto en el que explicó sus motivos racistas. El documento hace eco de un discurso que ha venido ganando terreno en Estados Unidos, alentado por los medios de comunicación conservadores y legitimado desde el poder: la idea de que los inmigrantes mexicanos y centroamericanos están llevando a cabo una verdadera invasión a la que es legítimo poner alto, pues de lo contrario habrá un gran reemplazo étnico y cultural en ese país.
El caldo de cultivo para la instalación de este discurso en la conversación pública se encuentra en la crisis social y económica de ciertos sectores, cuya situación los hace receptivos a mensajes simplistas y reiterativos, que se diseminan rápidamente a través de las redes sociales, las cuales garantizan anonimato e impunidad.
Lo sucedido en El Paso es un atroz ejemplo de lo que pasa cuando a través del lenguaje se difama y se denigra a colectivos históricamente discriminados; cuando se incita al odio contra las personas en función de su pertenencia grupal, de su identidad social o de sus características personales.