Greta
El discurso de Greta Thunberg en la cumbre climática de la ONU incomodó a muchos. Irritó que una adolescente con síndrome de Asperger dijera lo que piensa y que lo dijera a su manera, sin ceñirse a la dulzura que los estereotipos dictan para una jovencita que se dirige a un foro como ese. La razón por la que su discurso causa escozor a tantos es porque no estamos acostumbrados a escuchar la voz de quien nos habla desde fuera. Nos desconcierta que nos hable al tú por tú una persona en quien converge el hecho de ser menor de edad, mujer, y con una condición de diferencia, al grado de hacernos sentir amenazados.
Y es que la participación en el debate público es privilegio de unos pocos. La posibilidad de decir lo que se piensa y poner sobre la mesa de discusión lo que se juzga importante es algo reservado a élites que imponen sus propios códigos y que esperan deferencia cuando conceden acceso a quienes les son ajenos. Son ellas quienes construyen la agenda pública y quienes establecen los cauces de participación para el resto, perpetuando el statu quo.
Es por eso que para revertir las estructuras de discriminación y asegurar el ejercicio de los derechos de las personas y grupos más vulnerables, el punto de partida es darles voz. Tratándose de los derechos de niñas, niños y adolescentes esto implica tomarlos en cuenta en todas las decisiones que los involucren, atendiendo a su autonomía progresiva; en el caso de los derechos de los pueblos y comunidades indígenas, conlleva la obligación de consultarlos previamente a la adopción de decisiones estatales susceptibles de afectarles; de igual manera, en el caso de personas con discapacidad, deben ser consultadas a través de las organizaciones que las representan, para el establecimiento de políticas públicas que les impacten.
La discriminación se alimenta de la invisibilidad de las personas y de su falta de presencia en las discusiones sobre la sociedad que queremos. La ausencia de sus voces en la vida pública dificulta enormemente el ejercicio de sus derechos, y por ello, la única manera de cambiar esta realidad es abriendo los espacios que tradicionalmente han tenido cerrados; estableciendo un diálogo y un contacto cercano; dándoles los micrófonos y difundiendo sus mensajes.