Por mucho tiempo, la violencia de género ha estado normalizada en las instituciones de educación superior. Las mujeres en las universidades son constantemente víctimas de acoso, hostigamiento, violación y todo tipo de violencias sexuales por parte de profesores y alumnos, con la anuencia tácita de las autoridades, que miran hacia otro lado y que se escudan tras el discurso de que en los espacios universitarios imperan, por definición, los valores de la cultura, el humanismo, la ética, la libertad y la igualdad.
Lo cierto, es que las mujeres en todo el mundo han salido a denunciar que las universidades no son espacios libres de violencia. Lejos de ello, prevalece una cultura de tolerancia a múltiples formas de violencia sexual, desde el acoso, los chantajes digitales, la intimidación, las humillaciones, e incluso la violación, que ocurren con la anuencia silenciosa de toda la comunidad.
Esta realidad ha salido a la luz gracias al activismo de los movimientos feministas y se ha visibilizado a través de las redes sociales, las manifestaciones públicas, así como con la instalación de tendederos, como medio de expresión y denuncia contra los agresores.