En todas partes del mundo observamos el mismo fenómeno: hombres acusados de violación son absueltos, condenados por delitos menos graves, o sancionados con penas indulgentes, por jueces para quienes la noción de consentimiento sexual obedece a patrones socioculturales que asignan a la mujer la responsabilidad de establecer los límites a los naturales avances de los hombres.
Así, cuando se confrontan con los hechos probados, no los encuentran suficientemente apegados al estereotipo de violación, en el que la mujer grita y se defiende frente a una fuerza física apabullante que se impone.
Estos estereotipos de género acerca del consentimiento sexual están profundamente arraigados en prácticamente todas las sociedades. Para muchas personas —hombres y mujeres—, prevalece la idea de que la violación es un delito atroz, únicamente cuando la víctima es una mujer honorable y virtuosa que fue ferozmente atacada y cuyo cuerpo exhibe los rastros de su resistencia. Fuera de esos casos, si se trata de una joven que bebió y que aceptó las primeras insinuaciones, muchos entienden que abdicó de su responsabilidad y que al no poner límites contundentes, implícitamente aceptó las consecuencias. La violación se ve entonces como el error natural de un joven que no fue claramente rechazado y al que, por tanto, la justicia no le puede arruinar la vida…