Hay quienes me juzgan y critican porque me gusta Taylor Swift. Señalan que su música es trivial, y que si la escucho es para ganar popularidad en las redes. Afirman que Taylor, de 33 años, es una artista comercial, superflua e irrelevante. Que la suya es “música de quinceañera”. Apuntan que, como ministro de la Suprema Corte, debería ocuparme de tareas más importantes, en lugar de visibilizar mi apreciación por su música.
Lo cierto es que no hay nada de trivial en Taylor Swift. Más allá de críticas malintencionadas, tales voces desconocen profundamente lo que esta artista representa para millones de mujeres y jóvenes en México y en todo el mundo. Ignoran lo que significa su historia para los feminismos, para los jóvenes, para los derechos de las personas de la diversidad sexual, y para la construcción de una sociedad más igualitaria, compasiva e incluyente.