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Otro México es posible

El huracán Otis dejó a su paso por Acapulco y otras zonas de Guerrero una devastación y dolor cuyas dimensiones aún no se terminan de apreciar. Como siempre, las personas más afectadas fueron las más vulnerables, las que ya vivían precariamente y que ahora lo han perdido todo. Ante este panorama desolador, ante un sufrimiento humano de tales proporciones se requerirán esfuerzos coordinados y continuados de ayuda y reconstrucción que permitan a las personas retomar el curso de sus vidas. Para ello, es momento de poner de lado nuestras diferencias y hacer frente común a la adversidad; no solo de cara a la tragedia, sino en un sentido más amplio.

El huracán azotó en momentos de creciente crispación, antagonismo y división social. Lejos de estarse llevando a cabo una deliberación pública sobre el futuro que queremos y el mejor camino para alcanzarlo en el debate público prevalecen las descalificaciones y los insultos; los argumentos se llevan al terreno del absurdo, se explotan los miedos, se apela al enojo, y se diseminan indiscriminadamente mentiras.

La construcción de una opinión pública informada es un elemento esencial de la democracia. La confrontación de distintas visiones como punto de partida para la toma de decisiones es el pilar en que se funda la idea misma de democracia. Pero lejos de ese modelo deliberativo estamos enfrascados en una lucha en la que no son las ideas las que están en juego, sino en la que el enemigo es el otro. La lucha por el poder no parece tener más propósito que la prevalencia de un grupo, no la de un proyecto. Peor aún, las expresiones públicas comienzan a transmitir odio, desdén por quienes no piensan igual.

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