Aunque el covid-19 no afecta preponderantemente a los menores de edad, en tanto tienen un riesgo más bajo de contraer enfermedad grave, los efectos colaterales de la emergencia, particularmente los de carácter psicológico, económico y social, han afectado profundamente a las niñas, niños y adolescentes, al grado de que, según ha señalado Unicef, podrían convertirse en las principales víctimas de la pandemia.
A nivel mundial se observa que las medidas de confinamiento, la suspensión de clases, y las demás medidas sanitarias, que se han prolongado ya por varios meses, han impactado la vida de los hogares en muchos aspectos, colocando a niñas, niños y adolescentes en una situación de especial vulnerabilidad.
La reorganización al interior de las familias ha implicado muchas veces que los servicios de cuidado no se puedan sustituir adecuadamente. La pérdida de ingresos en las familias limita el acceso de los menores a servicios esenciales, los priva de una adecuada alimentación y nutrición, pone en riesgo la continuidad de su educación e, incluso, ha producido un aumento del trabajo infantil en el mundo, tras 20 años de continua disminución.
La presión en los servicios de salud ha impedido la detección oportuna de enfermedades y su pronta atención, a la vez que los índices de vacunación se han reducido. De igual manera, la atención prenatal ha enfrentado serios retos, por lo que se prevé que la mortalidad materno-infantil aumente sensiblemente a nivel mundial.