Se ha convertido en un lugar común decir que el país está polarizado. Con todo, más allá de afirmaciones retóricas, lo cierto es que en contextos como el que vivimos, los extremos ciertamente se acentúan y se vuelve muy complejo encontrar espacios de neutralidad; espacios en los que las opiniones pueden ser expresadas con cierto grado de objetividad, y sin que los argumentos sean opacados por la pasión y por los intereses en juego.
A últimas fechas, esta circunstancia ha tenido un impacto sobre la valoración que hace la sociedad del trabajo de los jueces y de su rol en democracia. Para un sector de la sociedad, un juez solo es independiente y, así lo demuestra, cuando falla en contra del gobierno. Para otros grupos, en cambio, hacerlo es una muestra de que se defienden intereses contrarios a la nación. Para ciertas voces, cuando un juez dicta una sentencia favorable al gobierno, queda probada su falta de independencia, sumisión y el colapso de la división de poderes. Del otro lado, la misma decisión es evidencia de que el juez entiende el proceso particular por el que atraviesa nuestro país…