El mundo enfrenta una crisis como en mucho tiempo no se había visto y cuyas consecuencias a mediano y largo plazo no acabamos aún de vislumbrar. Nuestras sociedades están siendo puestas a prueba. Son momentos definitorios no solo para nuestras instituciones, nuestros sistemas de salud y nuestras economías sino, ante todo, para nuestra capacidad de encarar juntos un desafío común a toda la humanidad.
La emergencia epidemiológica por el covid-19 solo podrá ser superada en la medida en que actuemos responsablemente, conscientes de la trascendencia que nuestras acciones y comportamientos tienen en la comunidad. Nuestras decisiones individuales en los próximos días tendrán un impacto directo en el ritmo de contagios y, por tanto, en la capacidad de nuestro sistema de salud para hacer frente a los casos graves.
Por ello, es impostergable actuar con responsabilidad, lo que implica cumplir puntualmente con el confinamiento, el distanciamiento social y con todas las determinaciones de las autoridades de salud, así como asegurar que esto sea posible para todas las personas. Esto debe hacerse en el ámbito de las responsabilidades de quienes ostentamos cargos públicos; en el de las empresas que deben actuar con responsabilidad social, y también a escala individual, local y comunitario, haciendo cada quien lo que nos toca. Estamos ante una emergencia sanitaria y tenemos que actuar en consecuencia.