Milenio

Morir por ser niña, morir por ser mujer

Cada día son asesinadas en el mundo cientos de niñas y mujeres a manos de familiares, de sus parejas o de hombres para quienes sus vidas son simplemente desechables. No mueren a consecuencia de guerras o de la inseguridad, no son asesinadas en asaltos o riñas callejeras, sino muchas veces al interior de sus hogares, por hombres que se asumen como sus dueños y que buscan controlar sus acciones y sus emociones, castigarlas, someterlas, darles una lección; mueren en las calles a manos de hombres que las violentan para autoafirmarse, o que sencillamente las odian por el hecho de ser niñas o mujeres. Mueren estranguladas, apuñaladas o a golpes; torturadas, o tras ser violadas.

Y después, viene la revictimización. Primero, con la indiferencia y la negligencia de las autoridades; y luego, cuando la sociedad las responsabiliza de su propia muerte: porque tenían adicciones, porque se dedicaban a la prostitución, porque vestían provocativamente, porque eran emocionalmente inestables, porque habían bebido, porque eran malas madres, porque habían manchado el honor de la familia, porque se pusieron deliberadamente en peligro, o porque, de una u otra manera, trasgredieron los códigos de la virtud femenina…

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