Doble jornada: un paso más hacia la igualdad de género
Hoy en día a muchos les sigue pareciendo radical y extrema la idea de que el hombre y la mujer son iguales ante la ley y que deben gozar de los mismos derechos. Más radical aún les parece la reivindicación de que, para alcanzar esa igualdad y que el goce de esos derechos sea real y efectivo, es necesario adoptar medidas correctivas, cambiar patrones socioculturales y asumir que las cosas no están bien tal como están.
Lo cierto es que las mujeres siguen enfrentando un terreno disparejo. Los estereotipos de género que las encasillan en determinados roles y las barreras históricas que han frenado el pleno disfrute de sus derechos siguen haciendo de la igualdad real una meta muy lejana. Las mujeres en su vida cotidiana se encuentran con techos de cristal que veladamente limitan su ascenso laboral, violencia en sus hogares, acoso en la oficina y en las calles, violencia política, brecha salarial, etc. Los fenómenos de discriminación contra la mujer son variados y abarcan todos los aspectos de su vida.
Uno de esos fenómenos es el de la doble jornada. La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo en las últimas décadas no se tradujo en una nueva distribución de las obligaciones en el ámbito de su vida privada. Por el contrario, bajo el discurso estereotípico de que las mujeres tienen una predisposición natural y habilidades innatas para las tareas de cuidado, las mujeres han mantenido la mayor parte de esas responsabilidades, lo que les ha impedido desarrollarse en su empleo en la misma medida que los hombres…