México llega a una elección histórica —la más grande de todos los tiempos y la más compleja de los últimos años— en un ambiente social polarizado, ríspido y dividido. Se percibe una animosidad en el debate público que es producto, por un lado, del tono mismo de las campañas, pero también de la situación que atraviesa nuestro país, en el que imperan realidades que no pueden esconderse y que han alimentado esta división.
La violencia incontenible, la corrupción sistemática y las profundas desigualdades sociales hacen de este país uno en el que las élites ostentan sin pudor sus privilegios, mientras que millones de pobres carecen de todo: agua, alimentación, salud, educación, justicia.
En este sentido, es claro que los retos que se avecinan a partir de la elección son muy grandes y complejos, y requieren necesariamente de la participación de todos en el ámbito que a cada quien corresponda…