Por mucho tiempo, los días de celebración a las madres en todas partes del mundo han servido para reforzar un estereotipo de maternidad virtuosa al que todas las mujeres deberían aspirar. La lucha feminista ha llevado a cuestionar estos patrones y a resignificar esta conmemoración, para que deje de ser una alabanza a la maternidad como virtud femenina. Pero más allá de esta reflexión obligada, la realidad que vive nuestro país desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico y que ha llevado a una lastimosa descomposición social, exige visibilizar lo que para muchas mujeres implica ser madres en este México.
Hoy es preciso pensar en las madres que están buscando a sus hijas e hijos con el corazón destrozado. En aquellas que exigen verdad y justicia porque les arrebataron lo más valioso de su vida. Las que excavan en las carreteras y en los cerros, en las fosas clandestinas y servicios forenses, enfrentado el terror del crimen organizado y la indolencia del Estado. Las madres que sufren la angustia y la impotencia de buscar y no encontrar; de no saber nada de los suyos, de no volverlos a ver jamás.