A la memoria de mi padre,
ejemplo de fortaleza
Durante 31 años de su vida, mi padre vivió con una discapacidad severa y progresiva, derivada de la esclerosis lateral amiotrófica que padecía. Lo hizo sin quejarse nunca de nada, sin perder la sonrisa, ni su buen corazón. Lo hizo, además, en un México que no estaba diseñado para acogerlo en su día a día y en el que, por ello, cualquier actividad le suponía sortear obstáculos y dificultades de toda índole.
Estas trabas a las que se enfrentan cotidianamente las personas con discapacidad les impide acceder, en igualdad de circunstancias, al pleno goce de sus derechos y participar plenamente en la sociedad.
Conforme a datos del Inegi, en 2014, 6 por ciento de la población en México tenía alguna discapacidad; solo 46.5 por ciento de las personas con discapacidad de entre 3 y 29 años de edad asistían a la escuela, frente a un 60.6 por ciento de las personas sin discapacidad en ese mismo rango de edad; 35.1 por ciento no sabía leer ni escribir, contra 10.5 por ciento en personas sin discapacidad; solo 4 de cada 10 personas con discapacidad de 15 años o más participaban en actividades económicas, comparado con 7 de cada 10 de las personas de esa edad sin discapacidad…