Acabar con la violencia de género es una urgencia. Más allá de los discursos, de los compromisos y de las reflexiones académicas, erradicarla es un objetivo que debe estar en el centro de la toma de decisiones en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
La lucha de las mujeres por la igualdad y por una vida libre de violencia es añeja y ha rendido algunos frutos: se han derribado barreras y se han ganado batallas. Pero los reclamos en las calles, en las redes, en la academia y desde los organismos de protección y defensa de los derechos humanos van más allá. El llamado es a reconsiderar las bases mismas sobre las que está construido nuestro orden social.
Los argumentos son claros y contundentes: vivimos en una sociedad que tolera la violencia de género, que la perpetúa, la reproduce y la invisibiliza.