El pasado 7 de septiembre la Suprema Corte reconoció de manera unánime el derecho fundamental a interrumpir el embarazo. A partir de este fallo histórico no se podrá, sin violar nuestra Constitución, procesar a mujer alguna por interrumpir su embarazo en los supuestos que reconocimos como válidos. Esta decisión, sin precedente en América Latina, marca un antes y un después en la conquista de la igualdad de género; es un parteaguas en la lucha por los derechos de las mujeres y de las personas gestantes, y un paso definitivo para cimentar una sociedad más justa e igualitaria.
Durante una década, he defendido una y otra vez el derecho a la interrupción del embarazo. He sostenido que todas las personas estamos a favor de la vida, pero de una vida en libertad, con dignidad; una vida en que las mujeres ejerzan sus libertades sin miedo a enfrentar la violencia del Estado, o los peligros de la clandestinidad. He insistido en que el delito de aborto castiga la pobreza y reduce a la mujer a un instrumento de reproducción; la condena a la cárcel, al estigma, y en muchos casos a la muerte. Hace una semana la Corte reconoció de frente esta realidad y apuntaló de una vez por todas el derecho a decidir…