Cuando pensamos en el arte nos viene a la mente por regla general la belleza, llámese de la música, la arquitectura, la escultura, la danza, la pintura. Pensamos siempre en algo bello, en algo hermoso y como que nos viene a la mente de primera instancia algo que nos genere paz, que nos genere tranquilidad, que nos genere un estado casi angelical, pero el arte no siempre es así, y sobre todo el arte plástico. Cuando se habla de estética y de belleza en el arte plástico no es un tema fácil de procesar y de explicar, porque el arte es mucho más poderoso que una simple imagen angelical o de un paisaje o de unos animales en el campo o de una visión del cielo estrellado, de un atardecer o de un amanecer, incluso es mucho más allá de lo que puede ser el arte abstracto o el arte moderno.
El arte y sobre todo el arte plástico tiene una enorme potencia para generar emociones, para denunciar injusticias, para provocar alteraciones, para enfrentarnos hacia realidades dolorosas, para darnos cuenta cómo a veces hay fealdades hermosas y cómo el artista y en este caso Rafael Cauduro, va más allá de lo convencional y nos mueve de manera muy profunda, inusitadas y sorpresivas.