Siempre he creído que defender a las instituciones no es negar sus deficiencias, sus insuficiencias, sus errores. No es caer en una retórica triunfalista ajena a la realidad y al sentir de la gente porque esta conducta, más tarde o más temprano, es contraproducente.
Una muestra de ello se dio en 2018, año en el cual, en las urnas, una enorme mayoría del pueblo de México demostró con su voto que no estaba conforme con el camino que llevaba el país, que no estaba de acuerdo con los excesos que se estaban cometiendo en muchas instituciones y que era importante iniciar una nueva vida pública en nuestro país. De estas críticas no escapó el Poder Judicial Federal, por ello hace tres años convoqué a una autocrítica a partir de la cual partiendo de todo lo bueno que tiene el Poder Judicial Federal, que es la mayoría, pudiéramos avanzar corrigiendo excesos, defectos o agendas que no habíamos combatido y analizado previamente.
En esta autocrítica que se dio primero como auto reforma dentro del Poder Judicial Federal y después en una gran reforma judicial, constitucional y legal, la cual se lleva a cabo aprobando una propuesta del propio Poder Judicial Federal y en la cual se recogieron las observaciones y preocupaciones de la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, avanzamos hacia una renovación del Poder Judicial Federal, y a una modernización también del poder federal.