El primero tiene que ver con la visita a Santa Martha Acatitla que hoy cumplimos siete días, una semana de esa visita.
Sin duda, lo hemos dicho ya, fue una visita histórica, fue una visita con una enorme carga humana y el primer efecto de ella fue precisamente visibilizar y escuchar a las mujeres. Este no es un tema menor, es un tema que tiene que ver con la dignidad de las personas.
Las mujeres en reclusión son invisibles, nadie las voltea a ver y nadie las escucha. Devolverles su sentido de dignidad al mirarlas a los ojos y escucharlas es ya en sí mismo algo muy importante, y no porque lo diga yo, sino porque me lo dijeron ellas en la visita a Santa Martha. Una mujer ya sentenciada me decía emocionada: simplemente el hecho de que usted esté aquí, me escuche y me vea ya es justicia.
Y otras mujeres me decían con lágrimas en los ojos que no eran desechables, que no eran basura, que eran seres humanos, de tal manera que haberlas visibilizado al grado de que llevamos todos estos días en que ellas son temas de conversación de columnas, de la prensa y de las pláticas, es importante y que ellas hayan sentido que alguien las escuchaba y las miraba también, pero, por supuesto que no podemos quedarnos en eso.